Las Demandas Del Discipulado Iglesia Israel – Domingo 31/1/2011 |
Mateo 5: 1-12. Vs. 3, 4 “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.”
Los Evangelios testifican de los miles de hombres y mujeres que fueron tras el Señor. Muchas de estas personas creyeron que Jesús era el Mesías prometido y comenzaron a ser discipulados por el Señor.
Quizás no haya otro pasaje en la Biblia que mejor describe lo que significa ser discípulo del Señor Jesucristo. Este pasaje, precisamente, no está diciendo cómo ser salvos, sino cómo deben vivir los salvos, cuál debe ser su estilo de vida. Ser discípulo del Señor Jesucristo es un glorioso privilegio, pero también una gran responsabilidad porque aquí tenemos las demandas divinas para los que quieren ser seguidores del Rey de reyes y Señor de señores.
Sería bueno considerar éstas demandas:
I. El discípulo debe ser pobre de espíritu. (V.3)
El pobre de espíritu es lo contrario de altivo de espíritu. Algunas versiones bíblicas traducen "el que reconoce su necesidad espiritual". Podemos deducir que el pobre de espíritu es aquel que está presto a reconocer sus fracasos y, por su puesto, a corregirlos. Todos los seres humanos nos equivocamos, unos más que otros; y en el ministerio del servicio al Señor estamos propensos a tomar rumbos equivocados, pero un verdadero discípulo de Cristo estará presto a ser corregido y a enmendar sus errores. La Biblia nos enseña que Dios simpatiza con los humildes, pero mira desde lejos a los que son soberbios. Una persona altiva no puede ser discípulo de Cristo.
Entonces un pobre de espíritu es aquel que está presto a decir: "perdonen, o perdóname Señor, me equivoqué, y prometo que con la ayuda del Señor no lo volveré a hacer".
II. El verdadero discípulo es aquel que llora ante los ataques del pecado. (V.4)
El llanto es una expresión del alma piadosa en la resistencia a los ataques pecaminosos de la carne, del ambiente o del diablo. El discípulo del Señor Jesucristo se verá asediado por los ataques del pecado y su recurso será la oración, muchas veces acompañada de lágrimas. La Biblia enseña que el Señor Jesucristo fue tentado en todo, pero sin pecado. Él lloró en oración ante su Padre cuando se vio sometido a las tensiones que combaten contra el alma del piadoso. (Heb. 5:7).
Llorar ante los ataques del pecado fue la experiencia del apóstol Pablo y de todos los israelitas que con todo el corazón querían obedecer las demandas de Dios para su pueblo. (Rom. 7.24)
Mateo 5: 1-12. Vs. 5-7 “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justica, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.”
III. El discípulo del Señor es aquel que practica la mansedumbre (V.5)
¿Qué es la mansedumbre? Es la disposición del corazón, de la voluntad, del creyente que sin discusión ni resistencia se somete a la perfecta voluntad de Dios. Quizá tengamos una ilustración adecuada en el actitud de los animales domésticos como el buey, el asno, el camello, etc. sin ninguna resistencia obedecen a sus amos. La mansedumbre es lo que nos capacita para trabajar en línea de autoridad como bien lo dijo el centurión romano. (Mateo 8:9).
IV. El discípulo debe ser justo (V.6)
A menudo reclamamos de las injusticias que se cometen en el mudo, pero… ¿qué hay de nosotros, como creyentes? El discípulo de Jesucristo debe anhelar la justicia que viene de Dios. Debe anhelar la justicia como un estilo de vida en la relación con sus semejantes. Un hombre o mujer que en su hogar no practica la justicia, no puede ser discípulo del Señor; una persona que no sea justa en el salario y trato de sus obreros, no puede ser discípula del Señor; un obrero que no trabaje con fidelidad a su patrón, no puede ser discípulo del Señor.
V. El discípulo del Señor debe ser misericordioso (V.7)
La misericordia no es simpatía. No se trata de que yo haga bien porque una persona me simpatiza; yo debo obrar misericordia porque alguien me necesita y porque así lo ordena el Señor, que si aún mi enemigo tiene hambre, yo debo darle de comer.
La misericordia no es obrar bien por conveniencia. El Evangelio de Lucas habla de un hombre que estaba a punto de perder su empleo de una manera inminente y comenzó a planear sobre qué haría después de perder su empleo. Llamó a los deudores de su amo y de una manera tramposa les rebajó la deuda para ganar su simpatía y de esa manera le ayudaran cuando ya no tuviera empleo. (Lucas cap. 16) El mayordomo astuto obró a favor de las personas, pero no por misericordia, sino por conveniencia.
Misericordia es la que obró el buen samaritano que aún cuando los judíos eran sus enemigos, al ver a un hombre judío en desgracia hizo todo lo que estuvo a su alcance para salvar una vida. (Lucas 10:33).
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